¡Flores felices, biennacidas hierbas
que, pensativa, pisa mi señora;
campo que oyes su voz cautivadora
y de sus bellos pies huellas conservas;
arbustillos de frondas aún acerbas,
violetas cuyo tinte me enamora,
umbrosas selvas que os mostráis ahora,
llenas de sol, más altas y superbas;
oh sitio ameno, oh río de agua pura
que le bañas la faz, y de su vista
tomas la viva luz que es tu hermosura;
yo envidio que de honesto amor os vista!
No habrá entre vosotros una piedra dura
que a arder entre mis llamas se resista.
FRANCESCO PETRARCA
Traducción de Ángel Crespo
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