¿No habéis visto la lóbrega capilla
del antiguo convento de la aldea?
Ya el incensario en el altar no humea
ni ardiente cirio ante la imagen brilla.
En la torre, agrietada y amarilla,
el pájaro fatídico aletea,
y a Dios no eleva el pecador la idea,
doblegada en el suelo la rodilla.
Ningún monje sombrío, solitario,
arrebujado en su capucha oscura,
póstrase a orar, con místico deseo;
y ha tiempo no resuena en el santuario
ni la plegaria de la joven pura
ni la blasfemia horrible del ateo.
JULIÁN DEL CASAL
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