Este niño, tan triste, que se pasa los días
en silencio mirando el mar al sol poniente,
¿qué piensa, solitario, mientras van sus hermanos
—risas entre los pámpanos— a sus juegos y burlas?
Este niños si ahora la soledad conoce
y tiene esa mirada para los que lo quieren,
¿qué hará cuando esté solo, de verdad, y sin nadie
a quien pidan auxilio sus infantiles ojos?
Este niño que ha visto la vida tan temprano
—mi dolor y mi gloria—, que se aísla en los atlas
y hace listas inútiles de ciudades remotas
o árboles genealógicos de dioses y de reyes;
¿cuál será su destino, mujer, si piensa ajeno
el mundo nuestro y mira como a seres extraños
a los que somos suyos, y causa pesadumbre,
y pretende encontrar su origen en los libros?
FRANCISCO BEJARANO
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