Vi pasar a una joven sonriente
y rauda como un pájaro: tenía
en su mano una rosa reluciente,
y en su boca una nueva melodía.
¡Tal vez fuera la única en el mundo
cuya alma iría al ritmo de la mía,
y al entrar de mi noche en lo profundo
con su solo mirar la alumbraría!
No podrá ser —mi juventud pasó…
¡Adiós, dulce fulgor que deslumbraba—
armonía, muchacha, aroma…! ¡Yo
vi la dicha pasar —y me dejaba!
GÉRARD DE NERVAL
Traducción de Pedro José Vizoso
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