África

NIGERIA NIÑOS BRUJERIA

Agua llorando sobre los plátanos,
sobre las flores de las dunas
y los caminos de tierra rojiza
señalados por el vientre de los reptiles.

Agua sobre tejados de uralita,
marcando acompasadamente
el ritmo de la vida, con el cielo
desangrándose en ellos gota a gota.

Agua fugitiva que escapa a la llanura
arenosa e inhóspita, sembrada de piedras.

Como una bendición eterna
alimenta cantando los manantiales,
limpia las callejuelas,
arrastra consigo las malas hierbas,
los restos de basura junto a la carretera
y el polvo adherido a los pies de las mujeres.

Agua que llora la condena irrevocable
sobre un continente que agoniza,
víctima y verdugo de su propia muerte.

La enfermedad es un demonio enmascarado
que danza frenético hasta caer exhausto;
desprecia estadística, ignora campañas,
disuelve la tinta de los informes,
entrega al olvido nombres y rostros.

La tragedia copula en poblados y ciudades.
El hedor de su triunfo sobre la carne humana
es desde hace tiempo insoportable.

MARÍA PAZ MORENO

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