Las hadas

Con sus rubias cabelleras luminosas,
en la sombra se aproximan. Son las Hadas.
A su paso los abetos de la selva,
como ofrenda tienden las crujientes ramas.

Con sus rubias cabelleras luminosas
se acercan las Hadas.

Bajo un árbol, en la orilla del pantano,
yace el cuerpo de la virgen. Su faz blanca,
su faz blanca, como un lirio de la selva;
dormida en sus labios la postrer plegaria.

Con sus rubias cabelleras luminosas
se acercan las Hadas.

A lo lejos por los claros de los bosques,
pasa huyendo tenebrosa cabalgata,
y hay ardientes resoplidos de jaurías
y sonidos broncos de trompas de caza.

Con sus rubias cabelleras luminosas
se acercan las Hadas.

Bajo el árbol en la orilla del pantano,
sobre el cuerpo de la virgen inclinadas,
posan, suaves como flores que se besan,
sus labios purpúreos en la frente blanca.

Y en los ojos apagados de la muerta
brilla la mirada.

Con sus rubias cabelleras luminosas
se alejan las Hadas.

A su paso, los abetos de la selva,
como ofrenda tienden las crujientes ramas.

Con su rubia cabellera luminosa
va la virgen blanca.

RICARDO JAIMES FREYRE

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A media voz

Estoy maduro

Me ha calentado el sol y a tantos años
que pienso que mi entraña está madura
y has de bajar, Señor, para arrancarme
con tus manos inmensas y desnudas.

Pleno y dorado estoy para tu sueño;
por él navegaré como una luna
que irá brillando silenciosamente,
astro frutal sobre tu noche pura.

Una nube vendrá y acaso borre
mi luz para los vivos y, entre lluvia,
zumo dulce de Ti, te irá cayendo
la savia de mi ser, como una música.

Será que estaré muerto y entregado,
otra vez, a la tierra de las tumbas.
Pero, sangre inmortal, mi roja entraña
de nuevo quemará tu luz futura.

JOSÉ LUIS HIDALGO

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A media voz

Web sobre el autor

Pocas cosas más claras me ha ofrecido la vida…

Pocas cosas más claras me ha ofrecido la vida
que esta maravillosa libertad de quererte.
Ser libre en este amor más allá de la herida
que la aurora me abrió, que no cierra la muerte.

Porque mi amor no tiene ni horas ni medida,
sino una larga espera para reconocerte,
sino una larga noche para volver a verte,
sino un dulce cansancio por la senda escondida.

No tengo sino labios para decir tu nombre;
no tengo sino venas para que tu latido
pueda medir mi tiempo sin soledad un día.

Y así voy aceptando mi destino, el de un hombre
que sabe sonreírle al rayo que lo ha herido
y que en la tierra espera que vuelva su alegría.

ANTONIO CARVAJAL

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A media voz

Biblioteca de autor

Ya no cogeré verbena…

Ya no cogeré verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.

Ya no cogeré verbena,
que era la hierba amorosa,
ni con la encarnada rosa
pondré la blanca azucena:
prados de tristeza y pena
sus espinos me darán;
pues mis amores se van.
Ya no cogeré verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.

LOPE DE VEGA

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A media voz

Biblioteca de autor

Para vivir aquí

Hice un fuego al haberme abandonado el cielo,
un fuego para ser su amigo,
un fuego para entrar en la noche de invierno,
un fuego para vivir mejor.

Y le di todo lo que me dio el día:
los bosques, los arbustos, los trigos y las viñas,
los nidos con sus pájaros, las casas con sus llaves,
los insectos, las flores, las pieles y las fiestas.

Viví sólo al ruido de llamas crepitantes,
a su único calor;
igual a un barco hundiéndose en el agua estancada,
como un muerto tenía tan sólo un elemento.

PAUL ÉLUARD

Traducción de Jorge Urrutia

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A media voz

Las hijas de Ran

Envueltas entre espumas diamantinas
que salpican sus cuerpos sonrosados
por los rayos del sol iluminados,
surgen del mar en grupo las ondinas.

Cubriendo sus espaldas peregrinas
descienden los cabellos destrenzados,
y al rumor de las olas van mezclados
los ecos de sus risas argentinas.

Así viven contentas y dichosas
entre el cielo y el mar, regocijadas,
ignorando tal vez que son hermosas,

y que las olas, entre sí rivales,
se entrechocan de espuma coronadas
por estrechar sus formas virginales.

JUANA BORRERO

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Cuba literaria

El zagal y las ovejas

Apacentando un joven su ganado,
gritó desde la cima de un collado:
«¡Favor, que viene el lobo, labradores!».
Éstos, abandonando sus labores,
acuden prontamente,
y hallan que es una chanza solamente.
Vuelve a clamar, y temen la desgracia;
segunda vez los burla. ¡Linda gracia!
Pero ¿qué sucedió la vez tercera?
Que vino en realidad la hambrienta fiera.
Entonces el zagal se desgañita,
y por más que patea, llora y grita,
no se mueve la gente escarmentada,
y el lobo le devora la manada.

¡Cuántas veces resulta de un engaño,
contra el engañador el mayor daño!

FÉLIX MARÍA SAMANIEGO

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A media voz

Sé todos los cuentos

Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
y que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.

LEÓN FELIPE

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A media voz

Princesa prisionera de la nada…

Princesa prisionera de la nada,
princesa prisionera de la suerte,
princesa prisionera de la muerte,
princesa del abismo en la mirada.

Princesa de la noche de la espada,
princesa de la noche de lo inerte,
princesa de la noche que se vierte,
princesa sin amor y enamorada.

La luz de tu tristeza de princesa
brilla en la claridad de este lamento,
es luz que no comienza y que no cesa.

La luz de tu belleza de princesa
brilla en la eternidad de este momento;
princesa del horror de ser princesa.

JUAN EDUARDO CIRLOT

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A media voz

Gracias, gracias, jardín zoológico, por renovar esta lección

Por lo mismo que al elefante le atrae la elefanta,
Sus patas inmemoriales y rugosas,
El bufido y la oreja que abanica;
Y a la jirafa macho lo sobresalta la jirafa hembra,
Su cuello descomunal (que para él, por supuesto, no es descomunal),
Y las inquietantes moticas de la piel;
Y al pavorreal su pareja,
Y al majá su lustrosa compañera,
Me gustas tú.

Y por lo mismo que la leona defiende sus cachorros,
Y la buitre recién parida tiende el ala siniestra sobre el nido,
Y la cucaracha se afana por sus larvas,
Te preocupas, al ir a cruzar la calle, por nuestras niñas deliciosas.

ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR

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A media voz

Cuba literaria

No fueron tus divinos ojos, Ana…

No fueron tus divinos ojos, Ana,
los que al yugo amoroso me han rendido;
ni los rosados labios, dulce nido
del ciego niño, donde néctar mana;

ni las mejillas de color de grana;
ni el cabello, que al oro es preferido;
ni las manos, que a tantos han vencido;
ni la voz, que está en duda si es humana.

Tu alma, que en todas tus obras se trasluce,
es la que sujetar pudo la mía,
porque fuese inmortal su cautiverio.

Así todo lo dicho se reduce
a solo su poder, porque tenía
por ella cada cual su ministerio.

LUPERCIO LEONARDO DE ARGENSOLA

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Las nubes

Inútilmente interrogas.
Tus ojos miran al cielo.
Buscas, detrás de las nubes,
huellas que se llevó el viento.

Buscas las manos calientes,
los rostros de los que fueron,
el círculo donde yerran
tocando sus instrumentos.

Nubes que eran ritmo, canto
sin final y sin comienzo,
campanas de espumas pálidas
volteando su secreto,

palmas de mármol, criaturas
girando al compás del tiempo,
imitándole la vida
su perpetuo movimiento.

Inútilmente interrogas
desde tus párpados ciegos.
¿Qué haces mirando a las nubes,
José Hierro?

JOSÉ HIERRO

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A media voz

Centro Virtual Cervantes

Epitafio

yesca me han hecho de invisible fuego
FRANCISCO DE LA TORRE

Fui un viejo juglar, y conté historias.
Mi nombre os es indiferente.
Sólo dejo constancia de mi oficio
porque fue oficio quien dictó mis versos
no la pequeña vida que viví
ni su dolor, ni su insignificancia.
Ella murió conmigo, y aquí yace,
desnuda como yo, bajo esta piedra.

JENARO TALENS

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A media voz

Biblioteca de autor

De árbol a árbol

Los árboles
¿serán acaso solidarios?

¿digamos el castaño de los campos elíseos
con el quebrancho de entre ríos
o los olivos de jaén
con los sauces de tacuarembó?

¿le avisará la encina de westfalia
al flaco alerce de tirol
que administre mejor su trementina?

y el caucho de pará
o el baobab en las márgenes del cuanza
¿provocarán al fin la verde angustia
de aquel ciprés de la mission dolores
que cabeceaba en frisco
california?

¿se sentirá el ombú en su pampa de rocío
casi un hermano de la ceiba antillana?

los de este parque o aquella floresta
¿se dirán de copa a copa que el muérdago
otrora tan sagrado entre los galos
ahora es apenas un parásito
con chupadores corticales?

¿sabrán los cedros del líbano
y los caobos de corinto
que sus voraces enemigos
no son la palma de camagüey
ni el eucalipto de tasmania
sino el hacha tenaz del leñador
la sierra de las grandes madereras
el rayo como látigo en la noche?

MARIO BENEDETTI

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Biblioteca de autor

Fundación

5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente

Cambios

ya no camino más por la calle Florida
busco las grandes avenidas
donde nunca se encuentra a nadie

ya no puedo encontrarte por la calle
la ciudad ha perdido su corazón secreto
el tiempo su pequeño motor

ella se fue de Buenos Aires
antes tampoco la encontraba nunca
pero siempre estaba por encontrarla
ahora de vez en cuando me preguntan por ella
y yo digo se ha ido

Buenos Aires se mueve sin vos
solo yo la sostengo
yo le quedo de vos

CÉSAR FERNÁNDEZ MORENO

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La casa de mi padre

Defenderé
la casa de mi padre.
Contra los lobos,
contra la sequía,
contra la usura,
contra la justicia,
defenderé
la casa
de mi padre.
Perderé
los ganados,
los huertos,
los pinares;
perderé
los intereses,
las rentas,
los dividendos,
pero defenderé la casa de mi padre.
Me quitarán las armas
y con las manos defenderé
la casa de mi padre;
me cortarán las manos
y con los brazos defenderé
la casa de mi padre;
me dejarán
sin brazos,
sin hombros
y sin pechos,
y con el alma defenderé
la casa de mi padre.
Me moriré,
se perderá mi alma,
se perderá mi prole,
pero la casa de mi padre
seguirá
en pie.

GABRIEL ARESTI

Traducción del autor

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Cleopatra

La vi tendida de espaldas
entre púrpura revuelta…
Estaba toda desnuda,
aspirando humo de esencias
en largo tubo escarchado
de diamantes y de perlas.

Sobre la siniestra mano
apoyada la cabeza,
y cual el ojo de un tigre
un ópalo daba en ella
vislumbres de fuego y sangre
al oro de su ancha trenza.

Tenía un pie sobre el otro
y los dos como azucenas,
y cerca de los tobillos
argollas de finas piedras,
y en el vientre un denso triángulo
de rizada y rubia seda.

En un brazo se torcía
como cinta de centella,
un áspid de filigrana
salpicado de turquesas,
con dos carbunclos por ojos
y un dardo de oro en la lengua.

Tibias estaban sus carnes,
y sus altos pechos eran
cual blanca leche vertida
dentro de dos copas griegas,
convertida en alabastro,
sólida ya pero aún trémula.

¡Ah! hubiera yo dado entonces
todos mis lauros de Atenas
por entrar en esa alcoba
coronado de violetas,
dejando ante los eunucos
mis coturnos a la puerta.

SALVADOR DÍAZ MIRÓN

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Invitación a la dicha

chamariz

Es dulce ser amado, pero amar,
oh dioses, qué ventura…
Goethe

Ámame ahora que tengo los cabellos negros
y una corona de junco
y el perfume del agua y de la jara
en los brazos desnudos.

Ámame ahora que tengo en los ojos
la suave llama de la tarde
y la gracia de la sonrisa
y la leve frescura de los manantiales.

Ámame ahora que tengo en los labios
el fuego deslumbrante del Mediodía
y la serenidad del cielo en las mejillas.

Ámame ahora que tengo en el cuello
el resplandor de los lirios quemados.
Ámame ahora que corre por mis hombros
el torrente divino del deseo.
Ámame ahora que tengo el pecho ebrio
como una flor de vino.

Ahora y no luego, ahora y no mañana,
ahora que besa mi alma todo tu cuerpo
confundiendo su aliento al de mis labios.

Bésame ahora que es primavera
y el chamariz canta y vuela en un árbol,
ahora, amor mío, que estamos en mayo
y zumban en el aire las abejas,
ahora que todo es hermoso y feliz,
ahora y no mañana,
ahora y no luego.

Bésame los labios, el cabello, los hombros
ahora que en los huertos florecidos
es tan dulce la flor primera del granado.

Dame todo tu amor ahora, amor mío,
¿no ves que soy en la tierra dichosa,
dulce como el árbol del paraíso?

Ahora que soy un manantial virgen
donde cada onda es una caricia,
una colina verde
donde cada florecilla es un labio encendido,
un valle misterioso
donde cada viento es un suspiro,
un río de amores
cuya música frágil es tu nombre.

¿No son nuestros estos días tan bellos?
¿No es hermosa la tierra bajo el sol y la luna?
¿No habla todo de amor desde el alba a la tarde?

¡Ámame!
¡Ahora y no mañana; ahora y no luego!

RICARDO MOLINA

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